Dispositivos antisísmicos para la industria del vino

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Un equipo de Ingeniería UC, liderado por el profesor José Luis Almazán, dio con la clave para mantener protegido ante los terremotos uno de los tesoros nacionales más preciados.

Dos aspectos esenciales de la identidad chilena fueron el punto de partida de este proyecto: el vino y los temblores. La pregunta que en 2005 se hizo José Luis Almazán, profesor de la Escuela de Ingeniería UC, fue cómo podía desarrollar dispositivos de protección sísmica para una industria poco acostumbrada a estos fenómenos.

“Empezamos con la industria del vino como un caso particular en que se podía prever un mal desempeño sísmico ante eventos de gran magnitud. Esta `sospecha´ surgió luego de conocer un moderno viñedo en el que todo el vino ya se almacenaba en estanques de acero inoxidable de pared delgada, cuyo diseño proviene de países no sísmicos, como España y Francia”, rememora el académico.

Y fue el terremoto del 27 de febrero de 2010 el que sacudió también su idea: el sector vitivinícola nacional perdió 125 millones de litros por daños en los estanques contenedores de líquidos.

Así, junto a un equipo de investigadores y durante cinco años, el profesor Almazán realizó estudios a través de un proyecto Fondecyt, cinco tesis de magíster y dos tesis doctorales. Todo ese acervo de conocimiento dio como fruto un conjunto de dispositivos flexibles que se instalan en los soportes de los contenedores líquidos, que son capaces de proteger a las estructuras de almacenamiento frente a los movimientos horizontales y verticales causados en el suelo por los terremotos.

Este sistema puede escalar al tamaño y peso que se necesite proteger, siendo efectivo también para equipos industriales de todo tipo, desde generadores eléctricos hasta equipos médicos de alta precisión como scanners.

“Después de la dificultad de dar con una solución, necesitábamos lograr una alianza con una empresa dispuesta a hacer innovación. En 2016 lo concretamos por medio de un proyecto Fondef de Investigación Tecnológica (Fondef-IT). La feliz conclusión de este proyecto condujo a la firma del contrato de licenciamiento”, rememora el profesor Almazán.

Hoy, el equipo de investigadores está tratando de extender el uso de la tecnología desarrollada no solo a la industria del vino y afines, sino también a la minería y a las subestaciones eléctricas, entre otras. Tanto para este objetivo, como para el trabajo previo, Almazán reconoce que la UC ha tenido un rol fundamental.

“Primero, por la gran capacidad de sus alumnos y la infraestructura de laboratorios que permitieron el desarrollo de prototipos preindustriales e industriales. Segundo, por la extraordinaria calidad y compromiso de los profesionales de la Dirección de Transferencia y Desarrollo que nos apoyaron –y lo siguen haciendo– desde el comienzo. Y tercero, por la cultura de innovación que la Universidad y la Escuela de Ingeniería vienen sosteniendo y profundizando en los últimos 10 años”.

Logros y premio Corfo

El principal logro de Almazán y su equipo ha sido el licenciamiento de, al menos, tres dispositivos a una de las empresas líderes del mercado, Tersainox SA. Una de esas tecnologías ya se han implementado en cuatro proyectos. Este desarrollo obtuvo el Premio Transferencia Tecnológica 2018 de Corfo: Primer lugar en la categoría Equipos de Investigación por el desarrollo de Tecnologías de Protección Sísmica para Estanques de Almacenamiento de Fluidos y Equipos Industriales.

Las tecnologías creadas en la UC, cuentan con protección mediante patentes de invención.

“La cultura de innovación que la Universidad Católica y la Escuela de Ingeniería vienen sosteniendo y profundizando en los últimos 10 años fue fundamental para este proyecto”, cuenta el profesor José Luis Almazán.